Violencia de Género
Actualmente en la sociedad paraguaya, esta denominación a ganado
mayor y mejor atención tanto por parte
de autoridades competentes como por parte de la población misma desde que las
comisarias y fiscalías se han llenado de denuncias y casos concretos de muertes, en el año 2000 entraba
en vigencia la ley Nro. 1600 que regula la violencia domestica de manera a ofrecer una
protección especial y de urgencia a la eventual victima de este hecho, y el 28
de diciembre del año 2016 entra en vigente la ley 5777 contra el feminicidio.
Se entiende por violencia de género cualquier acto violento
o agresión, basados en una situación de desigualdad en el marco de un sistema
de relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres que tenga o pueda
tener como consecuencia un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las
amenazas de tales actos y la coacción o privación arbitraria de la libertad,
tanto si ocurren en el ámbito público como en la vida familiar o personal.
Sabemos que en muchas ocasiones por miedo a ser doblemente juzgadas,
estigmatizadas y hasta excluidas de su lugar de trabajo, por propios familiares
y/ o por la comunidad de donde vive, las mujeres callan y pasan por alto
situaciones que desde ningún punto de vista pueden ser considerados como normales.
Quiero hacer mención de una publicación del periodista Jorge Ruffiani en el
diario Abc referente al tema:” Querríamos abogar no obstante porque la ley, la
nuestra, se convierta en motivo de esperanza de días mejores para nuestras
madres, hermanas, hijas, amigas o parejas. Aunque ninguna norma será eficiente
y suficiente si no detectamos, combatimos y desterramos, las variadas formas de
discriminación, abuso y menoscabo hacia la mujer. Visto que la violencia que se
denuncia y gana la atención de las redes (a veces solo por pura y humana
morbosidad), es solo una pequeña parte de lo que sucede y conocemos. Pues no
hay que forzar mucho la imaginación para certificar que existen miles de casos
de los que nada se sabe, porque no llegan a las variadas “modalidades” del
asesinato. Una violencia generalizada e impune que deja a las mujeres con algo
más que golpes y moretones, porque la hostilidad solapada y constante traen
como secuela las profundas heridas del alma, que no se ven ni se curan: la de
las esperanzas frustradas, las ilusiones rotas y la dignidad pisoteada. Dolores
que no se superan fácilmente y terminan convirtiendo la vida de seres humanos
femeninos en un verdadero calvario. No solo porque durante esa especie de
“depredación social”, perdieron la autoestima y el respeto de los suyos, sino
sufrieron –y sufren– la indiferencia de sus parientes, de sus vecinos y del
resto de la sociedad. Además, desde luego, del abandono del Estado. Actitudes
que en realidad son guiños de complicidad hacia los victimarios, especialmente
por la inacción de una Policía todavía devota de la arbitrariedad y más que
contaminada de “solidaridad” machista.
Empecemos por el comienzo y sin
la pretensión de polemizar con exégetas o bibliófilos que hoy “reinterpretan”
el papel secundario que las Sagradas Escrituras han otorgado a la mujer desde
el inicio de los Santos, digamos que, en aquellos tiempos, la vida de las mismas
debía transcurrir “en silencio (…) con toda sujeción y sin ejercer dominio
sobre el hombre…”. Pero cuando finalmente y pasados 20 siglos, ella pudo
elevarse sobre sus limitaciones, sobre la ignorancia y los prejuicios, y pudo
desarrollar sus talentos y defender su dignidad…” “fue cuando anticipó su
infierno. Cuando la mujer se levantó contra el determinismo machista que la
desamparaba y decidió decidir, recibió su castigo. Cuando dijo NO a un
prepotente infradotado. O arriesgó un “ya no te quiero”; o un “andate” o un “yo
me voy”, para enfrentar la “poderosa razón” del “¡conmigo o con nadie!”, empezó
la seguidilla de crímenes que NO VA A PARAR con una ley. Y será simplemente así
porque la redención femenina no es acompañada por el sistema de enseñanza, no
afectó las estructuras del Estado ni produjo el desmantelamiento de los
estereotipos publicitarios que explotan la figura de la mujer como un
componente superfluo o desechable; como un factor de tentación o lujuria cuando
no un “producto” de equívocos significados.
Creo firmemente que la
educación debería entrar con todo vigor
en este ámbito, desde la niñez, transmitiendo e inculcando valores como el
respeto hacia el sexo opuesto ya sea hombre o mujer, instruir a las madres a no
criar hijos machistas que manifiestan que tal o cual actividad domestica solo
sea de competencia femenina. Trabajar con la prevención, concienciación de
estos males desde la etapa inicial.
A partir de la Ley del Femicidio
y para que la misma cuente con el respeto de todos y efectivo vigor: el
reconocimiento a la Mujer Paraguaya debe convertirse en CAUSA NACIONAL, para
usar una frase grandilocuente y de moda. Para que las mismas mujeres afirmen su
visión femenina del mundo y de la sociedad. Eligiendo líderes que representen
los atributos esenciales del género y no aquellas que reproducen los vicios
masculinos. En el ejercicio de la política, por ejemplo. Porque de la misma
forma que toda la “esperanza joven” es habitualmente contaminada con los
gérmenes de la vieja guardia partidaria, así las mujeres deberán evitar que en
sus barricadas alguna “militante” esté apuntando en contra de sus objetivos de
lucha. Y finalmente, si los cambios de actitud llegan a los calificativos y
seguimos mentando el “sexo débil” … ¿qué tal si al de los hombres llamamos el
sexo idiota? O algo por el estilo. Se esperan sugerencias…
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